La obra construida en las proximidades de Caldera se presenta al modo de un acento en la altura, porque recalca una realidad existente, porque insiste un hecho presente, la cumbre. La obra invita a subir porque lo que era meramente visual, el cerro como hito, su cumbre, ahora tiene forma, pues encuentra un acontecimiento que la vuelve única.
Es sabido el hecho de acceder a la cumbre, pero no el de re-encumbrarse, en la posibilidad de generar un nuevo borde alzado, es una nueva cumbre sobre la cumbre.
Lo que se insiste es la altura, en el acceder a la altura parece la forma, el peldaño, la grada. Subir o bajar a partir del mismo elemento. Arriba y abajo la obra insiste el perfil de la pendiente, pero como una abstracción del tamaño, generando un interior bajo la gradería y un exterior sobre la grada, entonces la grada como luz y el peldaño como proximidad.
La obra se presenta como la posibilidad de darle un tamaño habitable al hito de la lejanía. La obra es un borde de aproximación a la extensión, se vuelve borde cuando nos deja situados de un modo concreto ante la extensión, esta vez re encumbrados.